UNAMUNO EN CANARIAS (1910-1924) (IV). Por Miguel Leal Cruz

En aquellas Jornadas, celebradas en Fuerteventura (XI en el año 2003) se expusieron algunas opiniones (siempre bajo normativa histórica y, por tanto, documentada, al igual que desde prensa del momento) en torno a la postura de que alardeó Miguel de Unamuno y Jugo, vasco de origen, sobre el nacionalismo tradicional de aquella parte del territorio español, siempre en permanente y fuerte litigio.

Citamos anteriormente tres intelectuales vascos comprometidos, en principio, con el nacionalismo (o cultura vasca) especialmente en los momentos álgidos del cambio de siglo de profundo sentimiento nacionalista vasco…, e incrementado más tarde en la contienda civil (1936-39). Se mencionaba, en partes precedentes, que Unamuno por conveniencias interesadas (desde ángulo académico de apetencias personales) y de desafección, rompería totalmente con Sabino Arana, al que abandonó a su sino. Si bien, Pio Baroja siguió en su peculiar y coherente comportamiento, ideológico y académico, en defensa de la cultura vasca como es sabido, y será patente a lo largo de su extensa obra escrita…Claro que producto de sus sentimientos mancillados, olvidado y defraudado, plasmó su disconformidad en una novela (autobiográfica) en la que utilizó como protagonista a un valiente pariente lejano suyo, Eugenio de Avinareta, al modo de “su otro yo”, al que culpa de toda sus desgracias, errores, al igual que los abusos y persecuciones administrativas de que fue objeto (el propio Pío Baroja). Enfrasca a su “personaje” en un mundo alucinante, Vasconia y sus raíces, con análisis sin apenas cortapisas. Estudiada en profundidad por su sobrino, Julio Caro Baroja, otro vasco universal; pero, es Pio quien con metodología unamuniana, llega a estar detenido por vascos tradicionalistas aliados a comunistas, durante la Guerra Civil por su comportamiento en defensa de…, siendo liberado más tarde por la Guardia civil, a decir del Dr. Miguel de Aguilar, en “Pío Baroja y los Vascos”.

Nadie puede negar que en algún momento, o en determinados hitos vitales, su alma, su espíritu, o la llamada de sus ancestros no le comprometan con ese sentimiento tan obvio como es lo próximo, lo tradicional, lo cotidiano, el paisaje, el entorno, los valores, los héroes (en cualquier aspecto), las aflicciones, alegrías…, por lo propio, lo inmediato. Esto es nacionalismo, o cultura nacionalista (que no independentismo) de lo que nadie con racionalidad puede obviar…, salvo composturas o comportamientos muy precisos (conductas conocidas bien, empíricamente…).

Claro que con determinados matices, en cómo, cuándo o en qué momento tiene lugar el contacto físico o intelectual con ese entorno inmediato en que se ha nacido, vivido, sufrido, en el recuerdo de ascendientes y colaterales por varias generaciones…, que nadie puede eludir, aunque quisiera.

Pero es la figura de este intelectual, inmerso en el concepto precedente, el que nos interesa. Como apunta el librepensador y crítico literario Francisco Arias Solís, autor de magníficos panegíricos a la obra y figura de este contradictorio personaje, él considera que el polifacético vasco “ sentía el misterio de la personalidad como algo que existe contra otra cosa». Mucho se ha hablado de la obstinada actitud negativa del mismo, de su incansable e incesante contra esto o aquello. El negativismo era su modo personal de manifestar que no se puede hacer gran cosa con las ideas, ni con las doctrinas como sistema de ideas. Había que ir a otra cosa. Siempre estaba en contra de…, en el sentido de no estar de acuerdo con nada. Estar en contra quiere decir lo mismo que apoyarse en… Y no se puede estar contra algo sin apoyarse en ese algo, sin contradecirse con él para obtener verdades más exactas…? Añade el “unamunólogo” (sic) citado, Francisco Arias, que “si la personalidad fuera capaz de existir por sí misma, se bastaría y así la personalidad sería lo que es (sic). Pero don Miguel tendía a ver la personalidad como una especie de hueco y, por tanto, como lo que no es. En consecuencia la personalidad se hace y deviene. Pero, ¿cómo se hace? Se pregunta este estudioso de Unamuno. Pues bien, contra las cosas y en la medida en que se apoya en ellas con el fin de disputarles el terreno, es decir, la existencia. Este es el misterio y, por tanto, no hay personalidad sino en tanto que hay cosas contra las cuales y en las cuales se constituye y conforma. Por tanto, no es de extrañar que por la actitud para la sociedad que le rodeaba visionada, por él mismo, con soberbia y egoísmo patológico, unido a su desordenada actitud para todo aquello que no fuera su “yo”, fuera considerado loco o sumamente locuaz por sus enemigos… Claro que esto no es novedad. Fue y sigue siendo una fórmula rápida de pretendida destrucción humana, moral, física e intelectual, que se aplica desde círculos cerrados hacia los que pretendan inmiscuirse (profesional o académica) en sus ambientes supuestamente acotados (no sólo intelectual) en virtud de “neo-caciquismo académico, con derecho a vidas y haciendas”. Si bien, es de difícil aplicación en la práctica por la diversidad de posturas, a veces encontradas entre estos grupos que alguien ha catalogado de “mafiosos de su propio pretendido saber”.

No es extraño que Unamuno dijera: “no logro encontrarme yo/ ese yo, pobre de mí/ dentro no oigo sino NO, fuera es donde suena SÍ. Elucubraciones estas que resultan extrañas para un científico, amante de lo objetivo, la lógica y de la realidad (plena) de las cosas, y no de la fantasía creadora…, y en la mayoría de los casos, interesada…, según se desprende semánticamente…

Sin embargo, si analizamos un artículo publicado en “Alma española” de fecha 3 de enero de 1904 que escribe con madurez intelectual y académica, posiblemente síntesis de algunos aspectos de su tesis doctoral, hallaremos en él un anti vasco casi radical, cuando dice: “No se conoce a uno sino por lo que se dice y hace, y el alma de un pueblo sólo en su literatura y su historia cabe conocerla… Es hacedero, sin embargo, conocer a un pueblo por debajo de la historia, en su oscura vida diaria y por las gentes y por sus conversaciones… Si los pueblos sin historia son felices, felicísimos han sido los vascos durante siglos y siglos. Durante siglos y siglos vivió mi raza en silencio histórico, en las profundidades de la vida hablando su lengua milenaria: el eusquera. ¿Otra contradicción de D. Miguel de Unamuno?

La inteligencia de mi raza es activa práctica y enérgica, con la alegría de la taciturnidad. No ha dado hoy grandes pensadores, que yo sepa, pero sí grandes obradores, y obrar es uno de los modos más completos del pensar. El sentimiento del vasco es un sentimiento difuso que no se deja encerrar en imágenes definidas, savia que resiste la presión de la célula… Estalla en la música que es lo menos ligado a empobrecedoras concreciones.

Y autoritarios, sí, autoritarios, a la vez que de espíritu independiente. Para mandar salvajes o regir frailes, para colonizadores o para priores que ni hechos a encargo, pintiparados allí donde haga falta una energía un poco ruda y procedimientos rectilíneos, pero torpes para gobernar pueblos ya hechos, donde haya que concertar voluntades y templar gaitas. Y cuando le toca ser subordinado, el vasco, según la frase consagrada, obedece pero no cumple; no dice que no pero haced la suya… Por que a tercos no nos gana nadie, pero que a su vez considera una virtud capital de su pueblo. Si no entra de otro modo el clavo, lo meteremos a cabezadas y por ello se dice que vizcaíno burro, aludiendo a su testarudez…

Se habla de nuestro espíritu reaccionario, cuando debía llamársele más bien conservador. Queremos progreso al paso de la naturaleza, con calma, acomodando lo político a lo social bajo la política… Añade: Me decía una vez Pablo Iglesias que nadie era más difícil de ganar al socialismo, pero que una vez dentro de él, era de los convencidos y de los sólidos sin impaciencia ni desmayos.

Se ha dicho alguna vez que el vasco es triste, y triste habría que creerle, a juzgar por los relatos de Baroja, en su nacionalismo “sui géneris”. Y no lo siento así, sino que observo en mi país, y entre los míos, una alegría casera y recogida, y no pocas veces el estallido de gozo de la vida que desborda… No, mi pueblo no es triste, y no lo es por que no toma el mundo más que en espectáculo… El día en que pierda la timidez y cobre entera conciencia de sí y aprenda a hablar en un idioma de cultura (se refiera al castellano), os aseguro que tendréis que oírle, sobre todo si descubre su hondo sentimiento de la vida: su propia religión.

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