La matanza de árboles y patrimonio, por Álvaro Santana Acuña 

Impresionante estampa de los álamos negros que rodeaban la plaza del Cristo, talados en el año 2000. Foto: archivo La Laguna Ahora.

Mucho se ha hablado estos días en las calles laguneras y las redes sociales de la tala feroz de cuarenta y cuatro árboles sanos en la calle Concepción Salazar. Estamos ante un nuevo arboricidio. Y digo nuevo porque los laguneros saben que no es un caso aislado, sino que se suma a la larga lista de atentados contra los árboles de la ciudad. No importa si son viejos o jóvenes, pequeños o robustos, autóctonos o de fuera. 

Me viene a la memoria ese mal extraño que de repente enfermó a todos y cada uno de los árboles que rodeaban la plaza del Cristo. Una enfermedad que se descubrió meses antes del comienzo de las obras de construcción de un gigantesco aparcamiento bajo la plaza. ¡Qué casualidad! También recuerdo las talas de árboles asintomáticos en la plaza de la Milagrosa para fabricar un garaje subterráneo y en la avenida de la Trinidad para instalar el tranvía y meter aparcamientos bajo tierra. Se cortaron y se dañaron árboles en las reformas de las plazas de la Concepción, Junta Suprema y Doctor Olivera. Años más tarde, se intentaron quitar árboles en la plaza de la Catedral. Pero las manifestaciones ciudadanas y los informes contrarios de la Universidad de La Laguna impidieron la matanza. Incluso, se proyectó talar los árboles de la plaza del Adelantado y hacer un garaje subterráneo. Lo que no deja de ocurrir, ni en esta plaza ni en otros sitios, son las podas drásticas de las ramas. Unas podas que convierten a los árboles en veletas deformadas y tristes, a los pájaros les echan de su hogar y a las personas nos roban la sombra amable del árbol.

No nos confundamos. Responsables de estos arboricidios son todos los partidos políticos que han gobernado La Laguna desde 1991 hasta hoy. Hablo de partidos de izquierda y derecha, partidos nacionalistas y no nacionalistas, partidos gobernando en coalición y en solitario. El mensaje es claro: el árbol molesta.

En sus tiempos en la oposición, varios de los políticos que hoy gobiernan criticaron los arboricidios. Ahora, desde el poder, los defienden. Hablan de la urgente necesidad de poner en la calle Concepción Salazar (abandonada durante décadas por alcaldes anteriores) una red de aguas pluviales. Como si esa red no se pudiese construir por el centro de la calzada (como se hizo en las calles peatonalizadas del centro histórico), en vez de canalizar por los lados donde ya están los árboles. Además, no se dice que los árboles estaban ahí antes que la mayoría de las casas, no se dice que los dueños pegaron sus muros a los troncos aún en crecimiento y sobre todo no se dice que el mal diseño de las aceras, los alcorques insuficientes y el abandono municipal favorecieron que las raíces acabasen levantando las aceras. ¿La solución? Usar argumentos infantiles para justificar lo injustificable: la gran matanza de árboles.

Por desgracia, lo mismo que pasa con los árboles ocurre con el patrimonio del centro histórico de La Laguna. De este patrimonicidio son también culpables todos los partidos gobernantes desde 1999, cuando la Unesco, hace ya veintiún años, declaró a La Laguna Patrimonio de la Humanidad. También, cuando estaban en la oposición, varios miembros de la actual corporación pidieron públicamente la eliminación del Plan Especial de Protección (PEP), que desde 2005 se usa para gestionar el centro histórico. Pero hoy, con argumentos igual de infantiles, lo defienden. Intentan transformar el PEP (o sea, un simple documento técnico) en una ley suprema, cuando ese PEP está subordinado a lo que dictan las leyes canaria y española de patrimonio. Unas leyes que el uso del PEP viola constantemente desde 2005. 

Ese PEP es el que «legalizaba» el intento fracasado de arboricidio y patrimonicidio en la plaza de la Catedral. Como se supo hace poco, ese PEP es el mismo que la exalcadesa Oramas supuestamente manipuló para dar uso comercial a una finca familiar valorada en cuatro millones de euros. Ese PEP, que ha permitido la recalificación delictuosa de terrenos en el centro histórico, es el que se sigue usando para suprimir zonas verdes (árboles incluidos) dentro de parcelas históricas del siglo XVI, como en la calle Manuel de Ossuna, número 44. Allí, incumpliendo las directrices de la Unesco y las leyes canaria y nacional de patrimonio, se pretende levantar un edificio de apartamentos. Otro se construirá en la calle Anchieta, en la cancha deportiva donde centenares de laguneros jugaron durante décadas. Y así, eliminando zonas verdes y deportivas, la ciudad de La Laguna acabará teniendo un centro histórico de puro cemento.

La triste realidad es que siguen los arboricidios y patrimonicidios en La Laguna. Los árboles necesitan que se los respete y cuide. Hay que eliminar de una vez las talas masivas y acabar con esa moda terrible de las podas agresivas que debilitan y enferman a los árboles. Para el patrimonio lagunero, la solución pasa por crear un patronato autónomo y apolítico, como el que gestiona, por ejemplo, la Alhambra de Granada. Solo así se acabará la matanza.

Historiador y sociólogo

 

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