La peineta y la mantilla española fueron propias del ceremonial lagunero. Por Julio Torres (III)

LA VISITA A LOS MONUMENTOS LAGUNEROS DE ANTAÑO

Nos cuenta que confesada y comulgada, era preciso hacer seis visitas, con las que se ganaban las indulgencias plenarias, rezando la denominada Estación Mayor al Santísimo : un Padre Nuestro, un Ave María, el Gloria (Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo) y la “visita al Santísimo Sacramento”, que se rezaban compartidos con el acompañante (de cada oración, mitad cada uno), y así hasta seis veces en cada vista a cada Monumento. Para eso llevamos el rosario, para rezar las estaciones. Ésta era la oración al Santísimo

“Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar” (una persona)
“Sea por siempre bendito y alabado” (el acompañante).

En aquellas ciudades que no contaban con seis iglesias y sus correspondientes Monumentos,…entras y sales, entras y sales,…hasta entrar en la iglesia seis veces, rezando, cada vez, la Estación Mayor.

Los enfermos iban, por ejemplo, a Las Catalinas y entraban y salían, entraban y salían seis veces. O iban a los más cercanos: Santo Domingo, Las Claras y Las Catalinas, entraban dos veces en cada uno, y así repartían y hacían las seis estaciones. Pero nosotras no, arriba al Cristo, arriba a la Concepción….y con los tacones de la mantilla. ¡Lo que es la juventud! ¡A mí no me dolía nada!

A pesar de estas agotadoras visitas, nunca se dejaba de acompañar al Stmo. Cristo de La Laguna en la Procesión de Madrugada del Viernes Santo, a la que las señoritas acudían acompañadas de su madre y del brazo de la Tata, pero nunca de mantilla: la mantilla no se ponía sino el Jueves Santo, el Viernes Santo ya no se ponía.

Y así y todo a las tres y media estábamos ya en la Plaza del Cristo. Eso de no ver salir al Señor…¡Eso nunca! Salía dando las cuatro, pero nosotras estábamos.. Por ejemplo, nosotras nos levantábamos desde las dos y media o tres, y desde las cuatro menos cuarto estábamos por fuera, en la plaza, para ver salir al Cristo, a las cuatro, a los acordes el himno nacional, y la salida detrás de los portales con todos los esclavos.

Y, después, asistían a la Procesión Magna del Viernes Santo, día en el que sí era obligatorio hacer ayuno y abstinencia después de una cena corriente el Jueves Santo.

Y entonces… era un hambre la que pasábamos. Después de madrugar, después de acompañar al Cristo en la Procesión de la Madrugada…entonces ¡nos daba un hambre tremenda por la tarde del Viernes Santo, viendo pasar, en la calle de pie, la Procesión Magna! Pero…¡qué va!, ni una galletita, ni un churito. Hay gente que sí lo hacía, se iban a la dulcería a comer, pero las católicas de verdad y practicantes no lo hacíamos.

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