Un paseo por el mercado municipal de La Laguna. Mirando y comprando para el menú de Semana Santa

Los mercados gourmet no pueden superar con su diseño el encanto natural y el espíritu de los mercados de toda la vida

El domingo nos dimos un paseo por el Mercado y Apenas hay algún extranjero tomando un chocolate con churros calentitos; el resto son los propios encargados de los comercios y, por supuesto, las señoras y señores clientes incondicionales, porque el domingo y el jueves, hasta por la tarde, hay que ir abasteciéndose de comida para el fin de semana, que llegan los nietos, de vacaciones de Semana Santa, y comen una barbaridad, llueva o no. Y mientras despachan la carne o más bien en esta época, el pescado, hay tiempo para atender una llamada. Porque prisas en cuaresma no hay.

Las pescaderías, bien surtidas y con buenos precios, se agrupan en los pasillos del fondo norte, detrás de unos mostradores de acero cargados de hielo y fáciles de limpiar.

Paseo entre fruterías, carnicerías, panaderías con productos de elaboración propia, flores frescas, incluso una librería, hasta llegar al puesto donde me gusta comprar el queso y la chacina. Un habilidoso cortador de jamón coloca unas lonchas finísimas sobre un papel de estraza. Un señor apoyado en el mostrador de la cantina cercana bebe una copa de vino tinto mientras el paquete de jamón alcanza el peso requerido. Miro alrededor y descubro una grandísima variedad de quesos y fiambres, de vinos, aceites, legumbres al peso, latas y conservas para todo tipo de gustos.

A un lado productos canarios, como el almogrote o el mojo palmero, riquísimo. Me da envidia el señor de la copa de vino que pidió otra y pido una para mí. Y un poquito de lacón recién cortado, que nos sirve sobre unas rebanadas de pan de leña artesanales y con un chorreón de aceite de oliva muy aromático.

Nos despedimos con el íntimo deseo de que no pierda la esencia de lugar agradable y familiar. Porque los mercados tipo tienen el encanto y la autenticidad de un mercado tradicional de abastos, donde conviven ciclistas, señoras del barrio, jubilados y turistas.

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