En el callejón de La Caza, en la Villa de Abajo de la vieja Laguna, formando parte de la Historia (aunque episodio narrado entre susurros, tan temerosos que es por muchos desconocido) y, también, de la leyenda, aún moran, difuminadas por el lento transcurrir del tiempo, las ánimas de don Jerónimo Grimón y Sor Úrsula de San Pedro.
De los callejones laguneros, quizá el más transitado durante siglos fue el callejón de La Caza, pequeña y angosta travesía que discurre entre los viejos muros del vetusto convento de Santa Catalina y los de la rancia mansión de los marqueses de Villanueva del Prado, para finalizar en la Plaza de Abajo.
El callejón de La Caza es sin duda alguna un paraje que invita al recuerdo y a la meditación, a la evocación de sucesos del pasado, de románticos lances… A mí me gusta transitarlo…; en una de esas visitas noctámbulas aprendí una de esas tantas historias/leyendas consustanciales a mi antañona ciudad.
En una de esas madrugadas de otoño, en las que suele hacerse presente una tenue pero insistente niebla, acompañada, casi siempre, de un húmedo frío – ése que cala hasta los huesos y que es tan característico de La Laguna y de sus angostos callejones-, transité, como se hizo costumbre habitual desde casi mi infancia, el callejón de La Caza. Entonces no esperaba el inaudito, asombroso y fantasmagórico, suceso.
