Hoy es el Día de San Judas Tadeo, Patrono de las Causas Desesperadas

La fe es uno de los bienes más preciados del espíritu, ella mueve montañas, y con la mediación de San Judas Tadeo, nada es imposible. Su intercesión es muy poderosa y por eso se lo venera como patrono y abogado de las causas imposibles
Santa Brígida, Patrona de Europa, cuenta en sus Revelaciones que Dios le recomendó que cuando deseara conseguir favores celestiales los pidiera por medio de San Judas Tadeo, que ayuda a quien lo invoque, siempre y en cualquier situación, por difícil que sea. No sé si aquí es muy conocido pero me enteré que en varios países tiene numerosos fieles que sienten fervor por su figura y hoy deseo repasar brevemente su apasionante vida.
Judas Tadeo fue uno de los discípulos de Jesús de Nazaret, formaba parte del grupo de «Los Doce Apóstoles» y era primo de Jesús. Ellos crecieron y se educaron casi juntos. De grande, Judas Tadeo se dedicó a la agricultura, pero atraído al escuchar la palabra de su primo dejó su trabajo para integrarse a la legión de discípulos convirtiéndose en el más grande y fervoroso predicador de la doctrina del Maestro.
Como apóstol, trabajó por la conversión de los paganos por toda la Mesopotamia durante diez años y en su paso por estos lugares sufrió crueles persecuciones, pero eso no lo detuvo y con su prédica transformó cientos de personas al cristianismo, entre ellos al Rey Acab de Babilonia.
También se le atribuye una de las epístolas canónicas donde exhorta a los cristianos a «luchar valientemente por la fe que ha sido dada a los santos. Porque algunos en el secreto de su corazón son (…) hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Señor Dios en ocasión de riña y niegan al único soberano regulador, nuestro Señor Jesucristo». Es una amonestación contra los falsos maestros y una invitación a conservar la pureza de la fe.
Su campo de acción apostólica fue amplísimo; nombró diáconos, sacerdotes, obispos, fundó iglesias cristianas por todas las regiones que atravesaba. Pero, mientras transitaba por esos caminos con su hermano Simón, un día llegó a Persia donde observó que los muertos eran llevados a los bosques para que fueran devorados por los animales, entre otros actos que atentaban contra los valores morales y cristianos. A fuerza de predicación, logró convertir a unos cien mil habitantes; los bautizó, los confirmó y trató de que pudieran vivir más felices.
Sin embargo, no a todos gustaron estos actos. Idólatras desairados por haber perdido credibilidad decidieron adelantárseles a los apóstoles en su peregrinaje a la próxima ciudad, Suamir; allí mal informaron al pueblo diciéndoles que habían llegados dos extranjeros que estaban quitando el culto a los dioses y que debían morir.
Así se hizo. Al llegar fueron recibidos con gritos y piedras, fueron apresados y conducidos al templo del Sol y la Luna para que los adoren. Obviamente, a pesar de sufrir torturas, no lo hicieron y fueron encadenados en el santuario hasta el nuevo día en que sufrieron una espantosa muerte; San Simón fue muerto aserrado y a mazazos en la cabeza y a San Judas Tadeo lo decapitaron con un hacha.
Se cree que el suplicio de estos apóstoles ocurrió el 28 de octubre del año 70 y desde entonces se los conmemora el mismo día. Años después las reliquias se trasladaron de Babilonia a Roma, siendo colocadas en la Basílica Vaticana, a los pies de un altar dedicado a los dos Santos Mártires.

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