Ya asoma San Andrés y es por ello que hablamos de los vinos de Tenerife y los viajeros (III). Por Julio Torres

André Pierre Ledru, en la misión científica en 1796 nos deja también constancia de como y cuando se realizaba la vendimia

La vendimia se hace generalmente en julio o agosto. Una vez recogida, la uva se lleva al lagar, construido aproximadamente como los de Francia. Allí se pisa, y cuando el primer mosto ha manado, el vendimiador rodea el orujo con una cuerda de junco y lo cubre con maderos apretados fuertemente con un tornillo con el fin de exprimir del racimo todo el líquido que contiene. Con frecuencia los propietarios le ponen aguardiente al vino en cantidad suficiente para aclararlo, aumentarle la fuerza y conservarlo mucho tiempo. También a veces le ponen vino tinto para colorearlo”.

Centrándonos en el comercio de este producto, James Cook (1776) -quien curiosamente afirma que una especie de uvas de Tenerife es considerada como un excelente remedio contra la tisis- lo describe como “bastante considerable, pues allí se producen cuarenta mil pipas de vino, que se consumen en la isla o se convierten en agua ardiente, que se envía a las islas españolas del nuevo mundo”.

Aunque lo parezca, este cálculo no es exagerado, si tenemos en cuenta los datos aportados por Olas, para quien los habitantes de Tenerife exportaban anualmente quince mil pipas de vino y aguardiente; añadiendo que en el último censo, precedente a su viaje, no había en la isla menos de 96.000 habitantes.

Han transcurrido treinta años desde entonces y razonablemente se pude suponer que la población ha aumentado mucho. Así, la cantidad de vino que consume una población de al menos diez mil personas debe subir a varios miles de pipas, y las fábricas de aguardiente tienen que emplear otra cantidad muy considerable, pues son necesarias cinco o seis pipas para hacer una de aguardiente.

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