Cuando los gornes de las puertas de las bodegas comienzan a “chirrear”, en La Laguna hablamos del vino
Un año más, llegá San Andrés y con él la apertura de las bodegas. Y no es por casualidad que se celebre una fiesta del vino en Tenerife, pues la calidad de los caldos de la Isla ha sido universalmente reconocida. Prueba de ello son las referencias que recogemos de numerosos viajeros que nos han visitado.
El médico irlandés Georges Stauton, quien visitó Tenerife en 1792, coincide con el resto de los visitantes, anteriores y posteriores, en que la bondad del clima lagunero, junto a su exclusiva situación, “en una eminencia y en medio de una llanura fértil y muy extensa”, determinan su gran riqueza agrícola, basada, como describe, por ejemplo, sólo unos años antes (1787), el también médico John White, “en vinos, aceite, papas, trigo y todo lo que concierne al suministro de navíos. La isla proporciona abundantemente estos artículos y no sólo produce los frutos de los trópicos, sino también gran parte de los vegetales de Europa”.
Pero son precisamente las viñas “las que forman la rama más fecunda de los productos y de la prosperidad de Tenerife” (Ledru, 1796). Sobre la calidad de nuestras caldos ya habían tratado numerosos viajeros anteriores, como Thomas Nicols (1560): “Tenerife produce tres géneros de excelentes vinos, que se conocen con los nombres de Canario, Malvasía y Verdona. Los ingleses los confunden todos tres con el nombre de Sack. Las viñas que producen el Canario fueron trasplantadas por los españoles del Rhin a Tenerife, en el reinado de Carlos I de España y V de Alemania. El de Malvasía no se conocía en Tenerife antes que los españoles llevaran de Candia algunas vides, que producen hoy mejor vino y en más abundancia que en la misma Isla de Candia, cuya bondad se aumenta con el transporte y la vegetación. El vino de Verdona o Verde es más fuerte que el Canario, se coge al este de la isla y se embarca en Santa Cruz.
El Canario se coge al Oeste y se embarca en la Orotava”.