Tras la huella de la Iª Peregrinación tinerfeña a Roma en 1950 (IV)

En portada, Nápoles desde el mar y pie en tierra. Y en el artículo: el equipo de sacerdotes que acompañó a los peregrinos posa en la cubierta del Plus Ultra, acompañado por el Dr. don Emilio Lozano de Lamo, médico del barco.

LLEGADA A NÁPOLES DE LA EXPEDICIÓN TINERFEÑA, 1950

El 31 de octubre de 1931 amanece con una radiante mañana de luz, ya que el sol se impuso sobre la ciudad y el golfo de Nápoles.

Desde el Plus Ultra se tiene la sensación de que la tierra los atrae y pone una nota de emoción. Según nuestro cronista: «por eso, desde las cinco de la mañana, ya hay gente sobre la cubierta, impaciente por la luz del amanecer. A las cinco y media, como se había anunciado el día anterior, empiezan los sacerdotes sus misas, oídas por gran concurrencia de peregrinos, más numerosa si cabe que en días anteriores, no obstante la madrugada. Amanece al fin, y rápido el sol, tras la isla de Capri, emerge del fondo del mar».

El Plus Ultra pasa junto a la punta de Posilipo, detrás de la cual aparece Nápoles. «El golfo de Nápoles que es siempre impresionante por la quietud de sus aguas y por la luz azul de su cielo».

El Vesubio, tan temido, se muestra a los hijos de otro volcan, y  por eso José Trujillo escribe: «hube de decirle que yo vengo de una tierra que también tiene su volcán, y de él estamos orgullosos sus hijos; pues bien, el Teide, nuestro volcán, nada tiene que envidiarte, ni en elegancia y esbeltez, ni en altura e influencia, ni siquiera en acometividad y furor; en todo es más que tú; eso sí, es menos fiero en sepultar pueblos».

A medida que se acerca el Plus Ultra al Puerto, el espacio es surcado por multitud de gaviotas, y la bahía por embarcaciones de todos tamaños, desde las pequeñas de velas y remos, hasta los grandes mercantes y de guerra.

A las diez de la mañana queda el Plus Ultra atracado en el muelle este-sudeste e inmediatamente a su atraque, siete autocares «modernos y bastante cómodos», con un orden numérico que va del 1 al 7, con sendas etiquetas en sus respectivos parabrisas ostentando el título «Cafranga», quedan apostados junto al barco para recoger a los peregrinos y conducirlos a Roma.

Quizas tambien le interese...