Los días previos al 18 de julio de 1936 en nuestra Isla

Santa Cruz de Tenerife, 17 de junio de 1936. Francisco Franco con oficiales y jefes de las guarniciones de Canarias, en un almuerzo celebrado en el Monte de la Esperanza, tras unas maniobras. / Adalberto Benítez. En portada el pabellón de verano de los capitanes generales en la Plaza del cristo en La Laguna, también fue usado por la familia Franco en aquellos días.

La Laguna Ahora.-Un intento de asesinato llevó a Franco a gritar “Socorro, auxilio, pistoleros”, al ver que intentaban entrar por la fuerza en su habitación de la Comandancia Militar de Canarias, hoy Capitanía General, sita en la plaza Weyler. Llevaba pocos meses en la capital tinerfeña -había llegado a Tenerife el viernes 13 de marzo de 1936-, Franco sabía que iba a ser el objetivo de un atentado, así que tomaba grandes precauciones. Entre ellas, dormir con las puertas y ventanas totalmnete cerradas.

El libro Crónica de Vencidos, del investigador Ricardo García Luis, recoge varios testimonios sobre ese intento de atentado a Franco la noche del 14 de julio de 1936 en Santa Cruz de Tenerife. Una de esas testificaciones es de Antonio Tejera Alonso, conocido como Antoñé. Según afirma el autor, este tinerfeño fue uno de los tres anarquistas que quisieron matar a Franco aquella calurosa noche, de hace 79 años.

No estaban solos. Tenían ayuda dentro y fuera de la organización. Una de las colaboradoras imprescindibles para que su plan saliera bien era María Culi Palou, una catalana de 42 años y residente en Santa Cruz de Tenerife. Era la propietaria del restaurante Odeón, pero también regentaba una cantina de soldados situada en uno de los laterales de Capitanía General. Esta mujer, conocida como Maruca, pasó muchos años en prisión acusada de ayudar a la resistencia que luchaba contra la dictadura. En su ficha consta como agente de enlace de elementos extremistas, informa Ricardo García Luis, y fue juzgada y condenada el 11 de enero de 1937 junto a 60 personas más.

carta guerra

El teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, en su libro Mi vida junto a Franco, también escribe sobre este hecho. “Entrado el mes de julio, ante la insistencia de la información anónima que recibía, en la que se decía que los planes para asesinar a Franco seguían preparándose, decidí reforzar la guardia de Capitanía y aumentar la escolta personal de oficiales (…) Un atardecer, varios soldados que estaban de servicio notaron que alguien se movía y resguardaba por los árboles que estaban junto a la tapia del edificio. Dispararon rápidamente haciendo huir a varios individuos. Eran tres y se internaron por calles recién abiertas que había en aquel sector”.

Días después del frustado plan para matarle, el 18 de julio de 1936, Franco dio el golpe de Estado que dio inicio a la guerra civil española.

El investigador Pedro Medina Sanabria nos relata el 18 de julio de 1936: Con los primeros rayos del sol el 18 de julio de 1936, el Comandante Alfonso Moreno Ureña ocupó el Gobierno Civil de Santa Cruz Tenerife, con las tropas de infantería bajo su mando, a las que se sumaron las fuerzas encargadas de la custodia y defensa del propio Gobierno Civil, que no presentaron resistencia alguna. El edificio del Gobierno Civil era el del antiguo Palacio de Carta, ubicado en la Plaza de la República, anteriormente conocida como Plaza de la Constitución, que es hoy Plaza de La Candelaria número nueve.

Versión del 18 de julio de 1936 del periodista Víctor Zurita Soler (31/07/1891 – 24/01/1974), fundador de “La Tarde”, periódico vespertino tinerfeño durante 55 años, (1927 a 1982), publicó en 1937 el libro «En Tenerife planeó Franco el movimiento nacionalista» subtitulado «Anécdotas y escenas de la estancia del Generalísimo en Canarias y su salida para Tetuán».

Reportajes con los que el periódico “La Tarde” alcanzó tiradas inusitadas para su época, escritos en un lenguaje considerado muy periodístico y hasta coloquial, recogiendo diversos testimonios, entre los que destacaban los que Víctor Zurita Soler recibió directamente del Coronel Jefe del Estado Mayor de Franco en Tenerife, Teódulo González Peral.

Puedo asegurar que en Tenerife se pudo declarar el estado de guerra desde la una de la noche, en que tuvimos conocimiento del movimiento militar en Marruecos. Desde aquí comunicamos al General Franco la noticia del Alzamiento en África, y si se retrasó la hora fue únicamente por esperar que simultáneamente se hiciera en Las Palmas. Puedo añadir también que teníamos instrucciones concretas de hacer aquí la declaración del estado de guerra dadas por el general Franco en persona, tan pronto como quedásemos incomunicados con él o que ocurriese algo en la ciudad o en la isla, que así lo reclamase.

El señor González Peral añade: «A la una [del 18 de julio de 1936] y hallándose reunidos en su despacho, el comandante militar señor [José] Cáceres [Sánchez]; el auditor, señor [José] Samsó [Henríquez] y los principales jefes de cuerpo, se recibió un radio urgente de Melilla, que notificaba el levantamiento de las fuerzas de África, noticia que ya esperábamos. Seguidamente llamé por teléfono al comandante de Estado Mayor de Las Palmas, para que se pusiese al habla con el general Franco indicándole lo que ocurría y encareciéndole la urgencia del caso. Como pasó tiempo y no tenía noticias de la isla vecina, me decidí a llamar por el teléfono directamente al hotel en que se hospedada el general. Eran las dos y quince dela madrugada. Franco descansaba.

Como jefe de E.M. que aún era, del que luego había de ser el Generalísimo, le llamé dada la urgencia del caso. Acudió al teléfono y le leí el texto del despacho, diciéndome entonces el general que adoptaría todas las disposiciones pertinentes para la incorporación de Gran Canaria al Movimiento Nacional y que partiría urgentemente para Gando, con el objeto de tomar el avión que estaba preparado para llevarle a Marruecos.

La Fuerza cerca el Gobierno Civil.- En cuanto a lo que a Tenerife se refería, dije al general que estaba todo dispuesto y que podía declararse el estado de guerra; pero que podía atrasarlo hasta las 5 de la madrugada, ni un minuto más. Esa noche se habían celebrado reuniones y cabildeos en el Gobierno Civil y el gobernador en persona había sido llamado a una conferencia cablegráfica que se celebró desde la Central de Telégrafos, y en ella parece que los elementos del Gobierno le indicaron que existían rumores de un levantamiento militar, a lo que el gobernador civil respondió que por lo que afectaba a Canarias estaban todas las precauciones tomadas. Esta noche pernoctó en la Comandancia Militaruna compañía de Infantería. Se reforzaron las vigilancias en los cuarteles; se dieron órdenes para que toda la oficialidad se concentrara en los mismos y se adoptaron cuantas disposiciones eran oportunas en tan grave caso. Algunos jefes vinieron a la Comandancia a preguntarme si sucedía algo anormal, y me vi precisado a ocultar a todos la verdad, que por mi mismo no tardarían en conocer, diciéndoles entonces, para salir del paso, de que teníamos noticia de que se intentaba realizar un asalto a los cuarteles. Naturalmente, no todos salieron muy convencidos de mis palabras.

Más tarde, de acuerdo con el coronel [José] Cáceres [Sánchez], di órdenes de que a las cinco de la madrugada se tomasen los puntos estratégicos de la ciudad, se declarase el Estado de Guerra y se tomara el Gobierno Civil, costara lo que costara. A las cinco en punto las tropas salían de los cuarteles y entraban en la Plaza de la Constitución por las calles de Cruz Verde, Candelaria y Avenida Marítima, cercando el edificio por sus dos fachadas. Así se hizo sin que ocurriera el menor incidente.

El director dela Compañía Telefónica Nacional señor Mestres recibió al anochecer del día 17, varias llamadas radiotelefónicas urgentes de Madrid, preguntándole si en Canarias ocurría algo. El señor Mestres – sigue hablando el coronel de Estado Mayor me visitó para trasladarme la pregunta que desde Madrid se le hacía. Le contesté que en Canarias no ocurría absolutamente nada, como así era, en efecto, pues nada había pasado hasta aquel momento, pero esta pregunta nos puso en guardia y ya nos pusimos constantemente a la escucha.

A continuación nos habla el señor González Peral de un asunto singularmente doloroso. Así nos lo manifiesta al comenzar a referírnoslo y esa congoja se advierte al mirar el semblante del prestigioso jefe militar que nos facilita estos datos, o quizás tan solo al notar su voz velada por un dejo de pesar. El gobernador civil, condenado por un Consejo de Guerra, y después fusilado, pudo haber salvado la vida. Cuando el general Franco estaba amenazado de muerte en Tenerife, fui -dice el coronel – a visitar al ahora fallecido señor Vázquez Moro para exigirle más que rogarle que estableciera una estrecha vigilancia que evitara se consumase el atentado preparado contra el comandante militar del Archipiélago. El gobernador se ofreció gustoso a complacerme y dispuso que dos agentes del Cuerpo de Vigilancia acompañasen discretamente al general y lo custodiaran El servicio, sin embargo, resultaba incompleto pues no se puso a disposición de esos policías un coche para que pudieran seguir de cerca al general, ya que éste viajaba siempre en automóvil. De todas maneras agradecí al señor [Manuel] Vázquez Moro su solicitud y le dije: Como van las cosas, no es difícil que en tiempo no lejano necesite usted, – para salvarse del extremismo revolucionario, de la ayuda del elemento militar, y para cuando llegue ese momento le prometo mi ayuda.

Al estallar el movimiento nacional y una vez detenido en sus habitaciones del Gobierno civil el que hasta entonces había sido gobernador, envié a dicho edificio a un oficial de mi confianza para que se entrevistara con él y le dijera que me ratificaba en el anterior ofrecimiento. Nada podía temer, pues yo estaba dispuesto – y el general Franco hubiese aprobado mi resolución -, a hacerle salir de España fijando el ex gobernador de antemano el lugar del extranjero donde quisiera residir. Mas lo triste fue que el señor Vázquez Moro quebrantó después su promesa de no abandonar sus habitaciones particulares del edificio del Gobierno y que cometió la imprudencia, de llegar hasta el salón de actos y asomarse al balcón principal dando lugar con su actitud a una sublevación que tuvo graves consecuencias y las pudo haber tenido mucho peores. Aquello me relevó del compromiso moral contraído. Más tarde se le sometió a sumario y bien conocido es el resultado. El coronel reconcentró su pensamiento durante unos instantes y al fin repuso: El gobernador era buena persona; pero no tuvo buenos consejeros. No cabe duda que éstos provocaron y precipitaron su ruina.

El sábado, día 18, a las seis de la tarde, se desarrolló una colisión sangrienta entre las fuerzas del Ejército que se encontraba guarneciendo el edificio del Gobierno Civil y una fracción compuesta de doce guardias de la Sección de Asalto de esta capital, al mando de un teniente, los que se situaron en algunas casas y azoteas de la Plaza de la Constitución y desde ellas hicieron fuego contra los soldados de Infantería situados frente al referido edificio del Gobierno Civil. Dicha fuerza de Asalto se había sumado en un principio al Movimiento Nacional iniciado por la guarnición de Canarias, mas cambió de parecer seguramente al ser objeto de coacciones e influencias exteriores. En la refriega, que no tomó mayores caracteres gracias a la prontitud y valor empleados por la fuerza, resultó muerto un agente de Asalto y otro herido.

Después de anochecido salió de la Comandancia Militar el capitán de Estado Mayor don Francisco Rodríguez [Martínez], al mando de unos pocos soldados, que lograron desarmar y capturar a los guardias rebeldes, terminando así el sangriento y lamentable episodio del día 18.

Para Pedro Medina Sanabria: “Hasta aquí la versión de Víctor Zurita Soler, otro falsario escribidor, quien debe quedar como falaz y mentiroso en la Historia de Canarias, tras haber contrastado sus cuentos con los documentos aflorados recientemente. Y no ha sido el único”.

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