LA ROMERÍA DE SAN BENITO ABAD EN EL SIGLO XX. Apuntes para la verdadera Historia (I). Por Julio Torres Santos

Nuestra romería, la de La Laguna, la de San Benito, es cierto que en la actualidad ha perdido gran parte de su viveza, colorido y vistosidad; que no goza de la afluencia de espectadores que, procedentes de todos los pueblos de la Isla, como antaño, la veían pasar; y que ha cedido su puesto a las celebradas en otros lares, incluso, a las de barrios, pagos y pueblos que forman parte del municipio. Sin embargo, no debemos olvidar que es la única que ostenta el título de Regional en el Archipiélago, y no por casualidad. La Historia, como cualquier otra ciencia, ofrece datos objetivos, inapelables y que no pueden (o, al menos no se debe, salvo que se detenten otros intereses, inconfesables, distintos a los derivados del rigor histórico) ser tergiversados. Y esa Historia conserva en su seno datos que demuestran que las Fiestas de San Benito Abad en La Laguna datan de 1532; por lo tanto, sus 472 años de existencia la avalan como una de las manifestaciones festivas más consolidadas desde sus inicios, lo cual no es habitual en nuestras Islas. Otra cosa es, siendo fieles a ese rigor histórico al que apelábamos, que esta celebración, tal y como la conocemos actualmente, tenga su origen en junio de 1947.

Fue el 11 de julio de 1532 cuando el Abad de Nursia, fundador de la Orden Benedictina, San Benito, se convirtió en Patrón de las sementeras de Tenerife y, por ende, de las de La Laguna, al ostentar ésta la capitalidad de Canarias (posteriormente su protección se extendería a los labradores, al ganado y al campo en general). La elección fue al azar: Tenerife padecía una pertinaz sequía y, buscando un mediador que presidiera las rogativas, el gremio de labradores dispuso en un sombrero, en papeles doblados, los nombres de todos los santos. Este peculiar «muestreo al azar» hubo de repetirse tres veces; en todas las ocasiones se extrajo el nombre de San Benito, lo cual fue considerado como un designio divino. Prueba de ello es que, según Núñez de la Peña , el Cabildo, según acuerdo tomado el 11 de junio de 1532 prometió hacer tres fiestas cada año:

“Se hagan otras tres solemnes procesiones en cada vn año que vaian a la hermita del señor San Benito, la vna a los veite i vnu de março, que es su sancto día y la otra el dia segundo de pascua de Pentecostés que fue el dia que se echaron suertes por los vecinos desta ysla para tomar por abogado al sacto que cupiese, que fue el señor San Benito, y la otra a los onze de Julio, que es el dia de su traslación”.

Viera y Clavijo nos refiere la importancia de esta festividad:

“Entre las fiestas más notables que se celebran en La Laguna, además de las del Corpus y del Cristo, figuran tres procesiones a S»an Benito, Abogado de las mieses” .

En el mismo año comenzó la edificación de su ermita, pues se le profesaba tanta devoción que la misma doña Inés Herrera, esposa del segundo Adelantado, ante la lentitud de las obras, en 1535, concedió una limosna para su terminación.

Desde un principio, con la ermita a medio construir, San Benito comenzó a procesionar. El recorrido era breve, pero, procedentes de cualquier parte de nuestra geografía, acudían a ésta gentes para suplicar protección para sí mismas, sus campos y sus ganados; traían consigo las pertinentes ofrendas en aras de lograr la correspondiente bendición. En definitiva, se trataba de una romería en toda regla, pues se ceñía a las características que la definen: los romeros peregrinaban, acompañados de sus ovejas, sus mieses, etc. a una ermita, incorporándose después, y tras el pertinente ritual, a la procesión. Naturalmente, el trayecto se amenizaba con isas y folías, no faltando los elementos tradicionales de nuestra gastronomía (fundamental, el vino), elementos que seguían presentes después de los actos religiosos.

Los ricos hacendados de la Villa de Arriba costeaban estas fiestas y procesión en honor al Santo. Enviaban algunas cabezas de ganado de sus propias cuadras y construían en San Diego un barco que era tripulado por la chiquillería del barrio, gritando rejijides y lanzando vítores a San Benito y al hacendado que por cuenta propia –por lo que no había una continuidad- costeaba estos gastos.

El origen de los barcos, que cerraban la comitiva, puede considerarse típicamente lagunero. Existen apuntes históricos de finales del siglo XVII – principios del XVIII según los cuales se representaron Autos Sacramentales en los que se enfrentaban dos navíos sobre carretas. Su aceptación popular indujo a que éstos acompañaran en procesión, en un primer momento, a la Virgen de los Remedios y, posteriormente, a los santos más venerados, entre los que se incluyó, lógicamente, San Benito. Estos barcos también son conocidos como barcos de San Diego, pues siguiendo tradiciones casi ancestrales, eran los vecinos de este barrio los que los engalanaban.

Otro elemento peculiar de las fiestas era la danza de las cintas o danza del camino. Representa una estampa folclórica localizada de forma puntual en algunos núcleos rurales, siendo bailada casi exclusivamente como apertura de procesiones y romerías.

En este ritual se engarzan cintas de varias tonalidades a un palo central o lanza donde los bailadores se alternan en una rueda, evolucionando en sentido contrario, girando alrededor de ella tejiendo y destejiendo las cintas.

Esta forma de baile es una consecuencia evolutiva de las costumbres primitivas, que tomaban el árbol y la piedra como centro de sus ceremonias, saltos y danzas .

Como característica distintiva, los tocadores se sitúan inmediatamente detrás del baile, ejecutando el ritmo del tajaraste, donde se introduce el tambor y las castañuelas, que son portadas por los bailadores en una sola mano, ya que en la otra sostienen la cinta.

Cuando, al poco tiempo, el Gremio de Labradores, – custodios de la Imagen y responsables de su culto desde 1532 –, se hizo cargo de la celebración de las fiestas, sólo se continuaría realizando la que tenía lugar la Pascua de Pentecostés.

Según consta en el programa de las fiestas de 1950…

“Esta fiesta tuvo en otros tiempos gran solemnidad, pues los labradores aprovechando la plenitud de los campos llevaban el Santo a la bendición de los sembrados y le hacían ofrenda de los frutos de la tierra. A esta procesión concurrió siempre el Beneficio de las dos parroquias de la Ciudad acompañado de sus respectivos cleros, así como la titulada Hermandad de Labradores con su pendón o distintivo, no faltando las danzas, los típicos barcos, popularizados el mismo año de su invención en la festividad de Ntra. Sra. de los Remedios, y un gran número de ganado bovino”.

Así continuarían las cosas hasta que la desaparición del gremio de labradores, en la segunda década del siglo XIX, trajo consigo la desaparición de las fiestas y deterioró hasta al punto la situación que la ermita fue utilizada para alojamiento de soldados de caballería.

En 1898 la ermita de San Benito fue reabierta al culto. Este hito histórico supone la recuperación de la procesión original, si bien antes, en 1892, durante las fiestas del Stmo. Cristo y con motivo de una importante feria de ganado, la Venerada Imagen, salió en procesión, aunque no desde su ermita, pues al ser ésta caballeriza, hubo de ser trasladada a la parroquia matriz de la Concepción.

La recuperación religiosa de la ermita supuso la reanudación de las celebraciones religiosas y populares de antaño, aunque con ciertas diferencias. Para empezar, los tres días de culto establecidos por el Cabildo se redujeron a uno, a celebrar el primer domingo después de Pentecostés (la lluvia, o en palabras de los laguneros, lágrimas de San Juan – siempre presente en esta fecha- obligaría a trasladarla, en 1964, al primer o segundo domingo de julio). Además, San Benito se había convertido en una riquísima zona agrícola y ganadera, por lo que los habitantes de este barrio, el más emblemático de la Villa de Arriba, se convirtieron, supliendo a los, antiguamente, procedentes de otras zonas, en los romeros que ofrendaban sus cosechas y ganados, solicitando favores, al mismo tiempo que agradecían su protección al Santo.

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