«La peste» (III), por Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín

Historia de la peste

En la particular historia de la peste han existido tres grandes pandemias a lo largo de la historia. Dada la enorme duración de las mismas, algunos historiadores de la medicina y expertos en epidemiología histórica prefieren hablar de ciclos de expansión de la enfermedad más que adjetivarlos con el término pandemia que, normalmente, se refiere a períodos más cortos de tiempo.

Aunque existen algunas referencias bíblicas a una posible epidemia de peste entre los filisteos de la ciudad de Ashod durante el siglo XI AEC y algunas otras probables epidemias en diversos lugares del planeta, la primera pandemia constatada fue la denominada Plaga de Justiniano que tuvo lugar en el año 541 de nuestra era – durante el reinado de Justiniano I, emperador del Imperio Romano de Oriente, de ahí el nombre. Sus efectos se extendieron hasta finales del siglo VI y su período de mayor virulencia se situó entre el 541 y el 543. Según parece, su origen estuvo en algún lugar desconocido de África de donde llegó a Etiopía y Egipto y pronto se extendió por todo el mundo conocido, afectando muy duramente a toda el área mediterránea. Se calcula que mató entre 25 y 50 millones de personas (20 millones solamente en la Cuenca Mediterránea o lo que es lo mismo, el 30% de la población estimada en aquella época), dejando despobladas, o casi, amplias zonas del Imperio Bizantino. Solo en Bizancio, la capital, acabó con la vida de entre 250000 y 350000 personas. Sus efectos sociales, demográficos, económicos y militares fueron catastróficos debilitando de forma drástica al imperio que nunca más volvería a ser el mismo. Para algunos autores el germen responsable era una cepa distinta a la Yersinia pestis que conocemos actualmente y se vio favorecida por un cambio climático que disminuyó la temperatura del planeta favoreciendo el brote.

A partir del año 543 seguirían produciéndose brotes más o menos importantes a lo largo y ancho del mundo conocido de los que cabe resaltar los de Roma, Florencia, algunos lugares de España y zonas del sur de Francia hasta que llegó la famosa y aterradora Peste Negra.

La Peste Negra, también conocida como Muerte Negra, Gran Mortandad o Gran Pestilencia constituyó la segunda pandemia o ciclo de expansión de la peste que se extendería hasta el siglo XVIII. Esta fue, no cabe duda, la mayor catástrofe sanitaria, demográfica, social, económica y cultural sufrida por el planeta a lo largo de la historia. Su estallido, expansión e impacto fueron tan brutales que Europa tuvo que cambiar forzosamente su forma de entender la vida, la sociedad, la ciencia, la cultura y su propia organización, acabando con la Edad Media y dando lugar al Renacimiento. La pandemia comenzó durante el sitio de Kafa (actual Feodosia, en el sudeste de la Península de Crimea) por los tártaros en 1347 cuando estos, que estaban sufriendo la terrible enfermedad entre sus filas, comprobaron que jamás podrían tomarla y se retiraron no sin antes catapultar centenares de cadáveres de sus propios soldados contagiados en el interior de la misma. Esta está considerada en la actualidad como una de las primeras acciones de guerra biológica llevadas a cabo en la historia.

De Kafa partió a través de las rutas comerciales alcanzando Messina, en el noreste de Sicilia, y a partir de ese momento vino el apocalipsis para el mundo conocido hasta que fue remitiendo más o menos homogéneamente a partir de 1353. El nombre de esta peste vino dado por la coagulación intravascular diseminada asociada a muchos casos lo que originaba trombos productores de isquemia (falta de riego sanguíneo) en el tejido cutáneo dando lugar a necrosis (muerte celular) lo que produce un color oscuro, casi negro. Hoy está claro que las tres formas de la enfermedad hicieron acto de presencia durante esta pandemia (aunque la forma predominante era la bubónica) causando auténticos estragos que llegaron a producir una tasa de mortalidad del 70 – 90% de los afectados. Hasta hoy no se ha podido poner en claro el porqué de esta enorme virulencia y algunos autores apuntan a una mutación de la bacteria. Igualmente, para no pocos investigadores de la misma, la «gran mortandad» de esta peste se debió a que a ella se sumarían otras enfermedades tremendamente peligrosas como viruela, tifus exantemático epidémico y ántrax o carbunco, como más probables, y que no pudieron ser diferenciadas de la primera por los médicos de la época.

El saldo en víctimas mortales es incalculable estimándose que solamente en Europa perdieron la vida 25 millones de sus habitantes como mínimo y en el mundo conocido bastante más de cien millones. En síntesis, la Peste Negra aniquiló a un tercio de la población mundial y entre el 25 y el 50% de la población europea en tan solo 5-6 años.

Los embates devastadores de la peste negra y su cuadro clínico fueron descritos pormenorizadamente por Guy de Chauliac, uno de los más famosos médicos y cirujanos franceses del Medievo, que dejó entre otras cosas una célebre frase o consejo para la gente: «fuge cito, vade longe, rede tarde» (huye rápido, vete lejos, vuelve tarde).

Desde entonces la peste seguiría visitando Europa periódicamente y a partir de finales del siglo XV también comenzaría a hacer estragos en el Nuevo Mundo y tierras descubiertas y conquistadas en Asia, África y Oceanía durante la expansión colonial europea. Algunas de las epidemias más importantes en este largo período histórico, por citar solo las que ocurrieron en Europa, fueron la Peste o Plaga de Milán (1629-1631) que causó casi 300000 fallecidos en el norte y centro de la Península Italiana donde solo Milán perdió la mitad de sus habitantes que eran 125000 y en Venecia, Florencia, Bolonia o Turín, por citar solo algunas ciudades italianas, murió entre el 25 y el 45% de su población. La Peste de Sevilla (1649) fue otro estallido muy importante que surgió en África y llegó a la capital hispalense donde causó 60000 muertes (entre otras la del célebre escultor Juan Martínez Montañés) – coincidiendo, además, con un período de hambruna – para extenderse a Valencia, Murcia, Aragón y resto de Andalucía haciendo auténticos estragos. La Plaga o Peste de Londres (1665 – 1666) fue el tercer episodio pestífero del siglo XVII, con más de 100000 muertos (25% de la población) en menos de año y medio, lo que confirmaba a la capital inglesa como uno de los lugares más afectados de la historia por la pestilencia. Hubo fuga masiva de habitantes (especialmente de las clases altas, incluyendo a la corona y al gobierno) lo que expandió la enfermedad a los suburbios y ciudades vecinas donde se cebó con las clases más humildes. La Peste de Viena (1679) fue también muy grave acabando con más de 75000 personas. Su origen es incierto aunque se cree que llegó desde Alemania y afectó también a localidades próximas a pesar de las medidas de aislamiento. Por último, la Peste de Marsella, ocurrida entre 1720 y 1722, fue el último episodio de esta enfermedad en este ciclo y uno de los últimos ocurridos en el Viejo Continente. Se extendió a toda la Provenza donde acabó con la vida de más de 100000 personas (Marsella perdió a la mitad de su población o, lo que es lo mismo, 40000 habitantes). Su origen fue un barco procedente de Oriente Próximo que atracó en su puerto con una carga de valiosos textiles.

La tercera pandemia de peste (o tercer ciclo de expansión) tuvo lugar a partir de 1890 y sus orígenes fueron la provincia de Yunnan en China y la zona norte de la India. Al igual que ocurrió con la quinta pandemia de cólera y la llamada Gripe Rusa de finales del siglo XIX (con las cuales coincidió), su expansión se vio muy favorecida por la apertura de nuevas rutas comerciales y la extraordinaria mejora en los medios de transporte marítimo y terrestre (entre ellos el ferrocarril) que hizo que rápidamente alcanzara a la totalidad del globo. Europa apenas se vio afectada pero golpeó muy severamente Asia, África (donde fue una auténtica hecatombe) y las Américas tanto del norte como del sur. No se sabe con certeza cuantas personas fallecieron durante la misma, calculándose que fueron más de 12 millones (sin contar los que murieron en el Subcontinente Indio en el que se estiman otros 10 millones como mínimo).

Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín

Director del Instituto Canario de Bioantropología y del Museo Arqueológico de Tenerife

Museo de Naturaleza y Arqueología

MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología

Quizas tambien le interese...