«La peste» (I), por Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín

La peste. Una enfermedad que bajo distintos nombres («pestilencia», «plaga», «Muerte Negra» o «Gran Mortandad») está considerada la más genuina representante de todas las epidemias y pandemias que han asolado el mundo. De tal manera es así que durante muchos siglos dio nombre a todas las demás enfermedades epidémicas. Solamente a partir del Renacimiento – surgido en Europa, entre otras cosas, y desde luego no la más baladí – después de la terrorífica devastación causada por el mayor cataclismo epidemiológico, económico, social, cultural y sanitario sufrido por la Humanidad en toda su historia, la Peste Negra de mediados del siglo XIV, se comenzaría a diferenciar de otras epidemias y pandemias causadas por otros patógenos como la gripe, el tifus exantemático epidémico o el sarampión, por citar solo algunos ejemplos.

La peste por su importancia histórica es, además, una enfermedad que ha inspirado obras de arte, películas de cine, series de televisión y, por supuesto, libros ambientados en ella o en sus efectos (para nosotros el más relevante es la novela homónima, La peste, del autor francés nacido en Argelia Albert Camus, Premio Nobel de Literatura en 1957).

Todas las epidemias y pandemias, sin excepción, han originado desde siempre ansiedad y miedo por ser algo tangible, cercano y muchas veces irremediable, acabando con la vida de muchos en muy poco tiempo. A todo ello se suma la invisibilidad del enemigo, el patógeno responsable, del que nunca sabemos donde está y cómo y cuando va a atacar … pero la peste, sin lugar a dudas, es la que más impacto psicológico y social ha tenido a lo largo de nuestra común historia, de la Historia.

Actualmente la peste parece una enfermedad olvidada, casi desaparecida de la faz de la Tierra, frente a otras cómo la propia gripe y la eclosión de enfermedades emergentes como la de Ébola, la gripe aviar, el SARS, el MERS, el Zika o la propia Covid-19 de tan reciente aparición. Sin embargo, sigue existiendo en diferentes lugares del planeta por lo que es objeto de vigilancia muy estrecha por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que año tras año registra nuevos casos y pequeños brotes locales.

En este artículo que hoy nos ocupa hablaremos de las características clínicas y epidemiológicas de la enfermedad así cómo de su propia historia y su mortífera presencia en nuestra isla con el impacto social, demográfico, sanitario y económico que tuvieron sus repetidos embates.

Breve recuerdo epidemiológico y clínico de la peste

Epidemiología

La peste está causada por una bacteria, Yersinia pestis (denominada anteriormente Pasteurella pestis hasta que en 1971 se cambió el nombre para honrar a su descubridor Alexandre Yersin del que luego hablaremos) y se trata de una zoonosis – enfermedad infecciosa transmitida de animales a seres humanos o al revés – que afecta mayormente a los roedores, el reservorio de la enfermedad, y a sus pulgas que son los vectores que la transmiten a los humanos o a otros animales. Las pulgas implicadas en la transmisión son la Xenopsylla cheopis, la pulga de las ratas, que en la inmensa mayoría de las ocasiones ha sido la causante de las epidemias, y, en menor medida, la pulga de los seres humanos o Pulex irritans. No existe transmisión entre humanos excepto en la forma neumónica (mucho más rara y que suele darse en lugares cerrados con hacinamiento de gente) en la que actúan las gotitas respiratorias sin necesidad de que intervengan las pulgas. La transmisión por objetos contaminados (fómites) o contacto con enfermos y cadáveres humanos o animales infectados puede también darse.

En la actualidad la peste persiste en diferentes lugares del planeta incluyendo América (Estados Unidos, Perú y Brasil como focos principales), África (el 90% de los casos actuales proceden de ese continente), Asia y algunas áreas del sudeste europeo. En esas zonas causa algunos cientos de casos anuales (esporádicos o en pequeños focos locales) con algunas muertes asociadas. La última epidemia grave de peste tuvo lugar en la década de 1970 en Vietnam y el último caso en España data de 1932. En los últimos cinco años se contabilizaron más de 4000 casos con una mortalidad superior a los 500 individuos. Ni que decir tiene que se trata de una enfermedad de declaración obligatoria.

Conrado Rodríguez-Maffiotte Martín

Director del Instituto Canario de Bioantropología y del Museo Arqueológico de Tenerife

Museo de Naturaleza y Arqueología

MUNA, Museo de Naturaleza y Arqueología

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