La Carrera, antiguo Bar Alemán.Romería de San Benito (II) Por Julio Fajardo Sánchez

romeria benito

En las romerías, últimamente hay que entrar con algo en la mano, y aunque desfilan magníficas rondallas, afinadas y completas, también se incorpora una masa dispuesta a crear un ambiente inconfundible, con una bulla estrepitosa, mezcla de cañas, chácaras, hueseras, guiros, bombos, cajas cubanas y un sinfín de artilugios encargados de imponer al desfile un ritmo monótono y cansino, como un interminable tajaraste que las campanas de La Laguna imitan tan bien. De vez en cuando se introducen otros instrumentos que tienen más que ver con el gastronómico folcklore castellano, como son dos tenedores y una cuchara, el almirez y la botella de anís del Mono. Algunas parrandas hacen una expresión mono gráfica del ruido, como esos numerosísimos grupos de La Orotava que desfilan con su hermoso colorido, tocando unas cañas largas.

Si alguien me preguntara cual es el sonido típico de la Romería de San Benito respondería rápidamente que es la mezcla del tintineo de las esquilas del ganado con el repique de las castañuelas al toque del tambor de las danzas.

La realidad es que así somos; porque aparte de que el material musical inventariable en la isla, constituido por guitarras, bandurrias, laúdes y timples, supera al de cualquier otra región española, al canario, cuando canta, le gusta acompañarse, aunque esté solo y no conozca, ni por asomo, los secretos del arte de Tárrega.

Si tiene un instrumento en sus manos lo rasgue a sin tener en cuenta que la presión de los dedos sobre las cuerdas, en determinadas posiciones de los trastes, va a producir la coordinación necesaria con la voz humana para que resulte todo al final un conjunto armónico.

Si no tiene nada que echarse a la mano acompaña su copla a palo seco con un silbidito mal afinado que imita el cantabile de los instrumentos; o bien remeda con su garganta una especie de onomatopeya del timple que se reconoce como chinguili chinguili. Otra variante consiste en no disponer de instrumento y utilizar cualquier sucedáneo para acompañarse; tiene la ventaja de que otras partes del cuerpo sirven para iniciar una especie de baile para merecerlo al compás de la copla que se ejecuta. He visto en alguna ocasión como se destrozaba un vaso de plástico, que antes se había utilizado para beber vino, a fuerza de golpeado rítmicamente con batidas intermitentes del dedo índice, de igual manera que si se estuviera actuando sobre las cuerdas de un timplillo.

Para todo esto se necesita una intuición extraordinaria, prueba abundante de que nuestra disposición musical es tan alta que es capaz de improvisar modelos insólitos aun careciendo de instrumentos, los cuales, al fin y al cabo, no son más que artificios para apoyar una expresión unipersonal. Y en lo colectivo, puede llegarse al paroxismo cuando la bulla y el griterio se convierten en acompasada música celestial: es lo que generalmente se denomina ambiente.

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