Celebrando San Enrique en la casa de Enriqueta Núñez y Quique Martín Núñez en 1964. Por Victor Núñez

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Celebrando San Enrique en la casa de Enriqueta Núñez y Quique Martín Núñez en 1964. de está parranda conocida como la parranda de don Luis Ramos, salieron Los Sabandeños. Foto colección de Victor y Carmen Núñez.

De San Enrique a las Nieves

San Enrique, el Carmen y las Nieves eran tres fechas celebradas de diferentes maneras por veraneantes y punteros. El Carmen era una fiesta pública y popular que involucraba, como hoy, a todo el pueblo puntero, especialmente a los de las dos Hoyas, y de forma más marcada a los pescadores y sus familias. Poca gente sabe cómo llegó la imagen de la Virgen del Carmen a La Punta. Lo fue por iniciativa de varias personas, tanto del pueblo como de los veraneantes, entre los cuales se encontraban Carlos Nóbrega, Eugenio Martín, Víctor Núñez, los Renshaw, la familia Cambreleng y otros. Pero esa es una pequeña historia para contar en otro momento.

San Enrique y las Nieves eran, por contra, motivos de celebración privada. El que fuera emperador del Sacro Imperio Romano entre los años 973 y 1024, que además tiene una imagen en la Iglesia parroquial de San Mateo, era celebrado para recordar la onomástica de mi tía abuela Enriqueta Núñez y de su hijo Quique, que en aquella época y antes de la modificación del Calendario Litúrgico se celebraba el 15 de julio. La festividad concitaba en la terraza cubierta de la familia Martín Núñez a un buen grupo de veraneantes y punteros dispuestos a la charla animada, a las risas por las ocurrencias de unos y de otros, al paso que se daba buena cuenta de los aperitivos preparados con esmero por los anfitriones.

Todo ello se regaba con una estupenda sangría hecha según receta del esposo de la tía Enriqueta, Eugenio Martín, cuyo secreto conozco pero que, por razones obvias, no pienso desvelar. Lo siento por si hay algún curioso gastrónomo entre mis posibles e hipotéticos lectores.

La velada se centraba en el canto en torno al mejor folclore canario, haciendo su aparición guitarras y timples que se hacían sonar por manos expertas, incorporándose también canciones sudamericanas, llenas de melancolía algunas o vibrantes y divertidas otras. Enriqueta y Eugenio asistían regocijados al acontecimiento, a pesar de su ya avanzada edad.

Había que esperar hasta el 5 de agosto para celebrar otra situación similar, esta vez en casa de las Nieves, Nieves Alonso y su hija Nievitas Buenafuente, con la presencia de Don Luis y sus ingeniosas ocurrencias. Nueva parranda con timples y guitarras, templadas por las manos expertas de Quique Martín, Gonzalo Bravo, Chano Ramos, Juanito García «el Calzones», Elfidio Alonso, Miguel Lemus …

Allí fue donde escuché por vez primera a Olga Ramos con su extraordinaria voz de cristal, que con una dulzura exquisita era – y por fortuna sigue siendo- capaz de levantar hondas emociones en el auditorio como dignísima representante de una saga familiar extraordinaria. Su delicadeza en la interpretación de las Malagueñas o las Folías no tenían, ni tienen, parangón alguno en el folclore canario.

Recuerdo una ocasión en la que estuvo presente María Rosa Alonso, durante una de sus vacaciones como profesora de la Universidad de Mérida (Venezuela), lo que le dio a la conversación una altura magnífica, recordando además a personajes y anécdotas punteras de su juventud, cantando viejas coplas recopiladas por ella en La Punta muchos años antes.

También estaban presentes las escritas por Nieves Alonso, que más de una vez ganó la espiga de Oro del Concurso de Coplas que se celebraba en vísperas de la Romería de San Benito.

Los adolescentes de la época participábamos en aquellos acontecimientos sociales en un discreto silencio, que es la mejor manera de aprender, oyendo conversaciones y ocurrencias, atesorando sin saberlo recuerdos que sirvieran para ser relatados decenios después, por si alguien tiene interés en conocer aquellas cosas sucedidas hace tantos años.

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