LA BATALLA DE LAS PALMAS EN EL GOZNE DE DOS SIGLOS: O DE CÓMO LOS CANARIOS ARRANCARON UNA GLORIOSA VICTORIA DE LAS FAUCES DE LA DERROTA (II)

 

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A la derecha VISTA DEL ATAQUE HOLANDES A LAS PALMAS DE GRAN CANARIA. FRANCISCO MEXIA, CANONIGO (1599). ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. A la izquierda Ataque de Ciprián de Torres a Van der Does (Detalle del cuadro batalla del monte Lentiscal). CARLOS MORÓN. PALACIO DE LA CAPITANIA GENERAL DE CANARIAS.

Pedro Galán García.
Teniente general

VALOR ESTRATÉGICO DE GRAN CANARIA

La importancia de la situación de las islas Canarias, última escala hacia América, era evidente, más en un tiempo en que aún no existía el canal de Suez y el comercio con las islas de las especias se hacía por las difíciles rutas del Cabo de Buena Esperanza y el Estrecho de Magallanes.

Las islas también ejercían la función de enclave defensivo frente a las incursiones de corsos. Por ello ya Felipe II había dispuesto su fortificación, nunca completada del todo por falta de créditos. Estos ataques corsarios tenían por finalidad unas veces saquear alguna población, otras veces las islas se convertían en el escondite desde el que acechar la llegada del oro y la plata americanos y, finalmente, la conquista de alguna de ellas permitía emplearla como punto de apoyo avanzado hacia América o África.

Gran Canaria constituía una encrucijada de primer orden en el tráfico marítimo atlántico y era el punto de unión entre Europa y América. Esta situación privilegiada era codiciada por ingleses, africanos y holandeses que intentaron en repetidas ocasiones apoderarse de ella. Contaba con más de la mitad de la población del Archipiélago y su capital era una plaza próspera que enviaba azúcar, caldos canarios y productos coloniales a los mercados europeos, de los que importaba textiles y productos manufacturados. Este productivo intercambio atraía barcos de todas las banderas en busca de transacciones comerciales o de aprovisionamiento.

De todo el archipiélago solamente en el puerto de La Luz se podía llevar a cabo todas estas actividades portuarias y comerciales y, a diferencia de La Orotava o La Laguna que están protegidas en el interior, Las Palmas es una ciudad abierta al mar.

ESTADO DE LA DEFENSA

Con la designación de don Luis de la Cueva y Benavides en 1589como capitán general de las islas se instauró en Gran Canaria un presidio de seiscientos soldados, se hicieron estudios detallados de las defensas y se intentó mejorar las fortificaciones. De la Cueva acarició, además, la idea de construir una pequeña flota que permitiera la proyección de fuerzas entre islas pero este proyecto de defensa dinámica nunca llegó a materializarse. Las fortificaciones alcanzaron un desarrollo elemental, de tal manera que la ciudad de Las Palmas contaba con murallas al norte y al sur y dos fuertes, Santa Ana y Santa Isabel, más el castillo de La Luz que protegía el puerto.

El gobernador militar, Alonso de Alvarado, era un pacense veterano de las campañas de Aragón, Italia y Flandes que tenía como segundo a Antonio Pamochamoso, también experimentado soldado y pacense como él.

Para defender la población contaba con el Tercio de Las Palmas, integrado por cuatro compañías de piqueros y arcabuceros más algo de caballería y una pequeña cantidad de artillería de corto alcance. A estas fuerzas había que sumar las catorce compañías de milicias de Las Palmas, Telde, Agüimes, La Vega, Teror, Arucas, Gáldar y Guía. Los miembros del Cabildo catedralicio formaban otra unidad. Nuestros soldados estaban dotados de arcabuces por lo que se veían expuestos al fuego de los mosquetes enemigos que los doblaban en alcance.

En resumen unos mil hombres mal armados, con unas defensas poco consistentes, para oponerse a ocho mil holandeses y su poderosa artillería (…).

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