Ya La Laguna, triste y solitaria,
vuelve a su natural recogimiento,
a ser la típica ciudad canaria
donde se reconcentra el pensamiento.
Florón el más antiguo de Nivaria,
en un valle fecundo tiene asiento;
allí crecen el pino y la araucaria,
que son las liras rústicas del viento.
Sólo el gremio escolar que se declara
amante del bullicio y la alegría,
le presta animación con su algazara.
O se escucha la mística armonía
del órgano, al pasar por “Santa Clara”
en la tarde otoñal, lluviosa y fría.