San Cristóbal de La Laguna Patrimonio Mundial. Bienes de Interés Cultural XVII

De la exposición La Casa Indiana: Platería doméstica y artes decorativas en La Laguna celebrada en La Laguna en octubre de 2017.

Platería doméstica y artes decorativas en La Laguna (XVII). Por Jesús Pérez Morera

Trabajos enconchados

Típicos de la región del Caribe son los trabajos taraceados de concha de carey —cuyas láminas se obtenían del caparazón de la tortuga de mar que habita en los mares tropicales del Golfo de México y del Caribe— y nácar o concha de madreperla, técnica comúnmente denominada como enconchado, al igual que las pinturas con incrustaciones de esta naturaleza que se desarrollaron paralelamente en México desde el siglo XVII. Ambos tipos de concha se utilizaban solos o conjuntados entre sí con otros materiales como maderas nobles, hueso o sobrepuestos metálicos en plata, bronce o hierro. El fondo oscuro y lustroso del carey resaltaba los motivos embutidos en nácar con diversas clases de formas fitomorfas  o geométricas. Trabajadas con diferentes técnicas, sus hojas traslúcidas también podían esgrafiarse. Iniciados en la segunda mitad del XVI, desde la región de Campeche se expandieron por toda el área, alcanzando a Puebla de los Ángeles y México, con una demanda que llegó a inundar el mercado de Nueva España, Sudamérica y la metrópoli, extendiéndose igualmente por Centroamérica, Venezuela y las Antillas, incluida La Habana. Sirvan de ejemplo los cofres firmados por los Pérez de Zúñiga en 1730 y 1736, familia de artesanos del carey que trabajaba en Antigua Guatemala, centro más cercano a Yucatán —de donde procedía la concha de tortuga— que la ciudad de México. En La Guaira, el platero José Rodríguez hizo un sepulcro de plata y carey ya en el siglo XVII y del mismo tipo es la rica urna para el Santo Sepulcro de San Francisco de Caracas, realizada por Sebastián de Ochoa entre 1725-1728 en plata repujada sobre láminas de carey fijadas sobre una armadura de cedro. En su ornamentación se han distinguido tres vertientes estilísticas: la europea, con diseños de carácter renaciente, barroco o neoclásico; la mudéjar, cuyas labores geométricas de taracea se realizaban con líneas rectas a base de diferentes materiales; y la asiática que, con composiciones florales, combinaba el carey con el nácar para imitar los enconchados que procedían de China y Japón. Este último estilo se desarrolló en los talleres de artesanos chinos que habitaron el barrio de Tomatlán en Ciudad de México. Los artífices peruanos también gozaron de una merecida fama por sus trabajos de taracea en concha.

Hernández Perera destacó el gran número de obras de esta naturaleza que llegaron a Canarias desde Indias, cuya abundancia e interés bien merecen un estudio particular de estas manifestaciones artísticas de la artesanía indiana. Al igual que sucede con el mobiliario, las bateas o la imaginería, no faltan las referencias sobre el origen campechano o de Campeche de muchas piezas de este clase (sobre todo cruces, atriles, cofres y joyeros), como la crus de carei obra de Campeche que existía en 1769 en el altar de la Virgen del Rosario de la parroquia de San Lorenzo, en Gran Canaria; el atril campechano de carey embutido de nácar remitido desde Campeche a la Iglesia de San Juan de Puntallana en cumplimiento de la voluntad testamentaria del presbítero Cayetano de Abreu (1803); la cruz taraceada con los emblemas de la Pasión que la compañía campechana donó a la iglesia de Arrecife de Lanzarote en 1668; los dos atriles de carey que imbió de limosna de Campeche don Nicolás Días el año pasado de 726 en el nauío de Caietano Espinosa a la hermandad de la Virgen de Gracia de San Agustín de La Laguna, navegante que hizo varios viajes a dicho puerto y que, a su retorno, regaló a la parroquia de Icod dos atriles y una cruz de carey, sin duda adquiridos­ en Campeche; y la pareja que el también navegante Ambrosio Rodríguez de la Cruz, que como maestre de la nao de su propiedad Nuestra Señora de la Estrella del Mar viajó al mismo lugar en 1752 y 1757, dio a la ermita de San José de Santa Cruz de La Palma127. Hay tam-bién noticias de comerciantes­ isleños que traficaban con este tipo de labores. En 1631, testó en su estancia de Guanabacoa Manuel­ Joan, estante en la ciudad de La Habana y natural de Los Silos, que declaró tener por bie-nes cantidad de obra de carei que, conforme a la cuenta y tasación que había hecho con su hermano Salvador Joan, ascendía a 700 pesos de a ocho reales.

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